lunes, 1 de septiembre de 2008

Hernando y María Elvira. Lección de Vida


La vida es una sucesión de retos, de desafíos, de circunstancias no planeadas, de hechos sorpresivos, de pruebas, a veces durísimas. Por eso debemos recordar que cada minuto de nuestra vida es un regalo que nos hace el Creador.

Cuando conocí a Hernando Osuna, o “Pancho”, como le decimos sus amigos sobresalía por su conversación fácil, por su entusiasmo contagioso cuando hablaba de velocidades, de su pasión por el automovilismo, por el kartismo, por el motociclismo, por todo aquello que implicara velocidad. Había terminado sus estudios de Derecho en la Universidad Católica, era un importante ejecutivo del Banco Central Hipotecario, había formado una bella familia con su esposa María Elvira Pineda Camacho, con tres hijos: Hernando, Ana María y Adriana.

Hace cerca de 25 años, Pancho estaba tomando un jugo en su casa, cuando el Destino le jugó una mala pasada, le sobrevino un aneurisma cerebral, cuyas consecuencias lo dejaron paralizado de medio costado y con la pérdida de la capacidad de expresarse, de hablar, de seguir conversando con sus amigos.

Esta circunstancia, que nos puede suceder a cualquiera de nosotros, en cualquier momento, sacó a relucir lo mejor de cada ser que acompañaba a Pancho. Su esposa, María Elvira Pineda, luchadora incansable se armó de valor, de coraje, de paciencia. Hoy es fácil decirlo, pero lograr que sus tres hijos hoy en día sean profesionales, y que permanezcan como un solo ser, acompañando a su papá y a su mamá en todo momento, no es tarea de un día, ni de un sermón, es toda una disciplina de vida.

Hoy vi nuevamente a Pancho. Ya puede expresar algunas palabras, a veces casi una frase. Pero sus ojos siguen brillantes, sigue emocionándose como cuando lo conocí. Sigue irradiando ese optimismo, esas ganas de vivir. Ese recordarle a uno que la vida es hermosa. Que el amor de una familia es el mejor regalo que un ser humano pueda recibir.

Vi a Pancho montado en su “motociclo” especial que le permite movilizarse.

Vi a Pancho feliz! Y debo reconocerlo, eso me emociona mucho.

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